Ads 468x60px

Labels

domingo, 29 de julio de 2012

CAPÍTULO 20: MANZANAS Y CADENAS


CAPÍTULO 20: MANZANAS Y CADENAS
Durante lo que parecía una tranquila clase de biología, el director del instituto entró en la clase de Tary y Furia, sorprendiendo a todos los alumnos, que callaron de inmediato. No era muy corriente que el director en persona fuera a las clases para comunicar algo, así que debía tratarse, sin duda, de algo importante.
-Furia, ¿puedes acompañarme a mi despacho? Hay unos policías esperando para hacerte unas cuantas preguntas.
-Claro – respondió la chica, levantándose del sitio casi de un brinco.
Los más de veinte pares de ojos de sus compañeros de clase se clavaron en su espalda y la acompañaron hasta que desapareció por la puerta. Tary estaba especialmente angustiada porque ya desde que habían entrado en clase Furia había actuado de forma extraña. Sin embargo, esperó con paciencia a que su amiga volviera y le contara qué había pasado.
Habían pasado algo más de dos horas cuando Furia volvió a clase bastante alicaída.
-¿Qué ha pasado, Furia? – le preguntó Tary, sin darle tiempo ni a respirar.
-Alguien ha secuestrado a Fleur. Y yo soy de las últimas personas que la vio, así que la policía me ha hecho algunas preguntas – susurró Furia, sin apenas voz.
-¡Madre mía…! ¿Y saben algo? ¿Saben si está…? – Tary no pudo continuar la pregunta.
-No. Lo único que tienen es el testimonio de un vecino de Fleur que asegura haber visto a un chico raro merodeando por la urbanización, nada más – por primera vez desde que la noche anterior la abuela de Fleur la llamara para preguntarle dónde estaba su nieta, Furia rompió a llorar. Ya había aguantado demasiado –. ¡Espero que esté bien!
Tary la abrazó con cariño, sabiendo que aquello no iba arreglar la situación, pero esperaba que al menos Furia se tranquilizara un poco. Solo quería darle algo de calor que la consolara en parte, ya que Tary sabía muy bien lo que se sentía en situaciones así, y también sabía lo bien que sentaba un abrazo.
Furia, que no era muy dada a las muestras de cariño, aceptó el abrazo con agrado. Aunque, como todos sabían, no se solucionaba nada así. Tras aquello, la siguiente y última clase comenzó y, para entonces, todos los profesores y alumnos sabían que Fleur había desaparecido.
Aquella última hora de matemáticas se les hizo especialmente larga e insoportable, y cuando al fin el timbre les concedió la libertad de volver a clase, Tary se encargó de alejar de Furia a todos los curiosos que intentaban acribillarla a preguntas y la llevó hasta un lugar donde no la atosigaran. Sorprendentemente, Ralta las esperaba allí.
En cuanto vio a Furia, Ralta se abalanzó sobre ella y la estrechó con demasiada fuerza, para pasar a abrumarla a preguntas – aunque a diferencia de la gran mayoría de la gente, que solamente se preocupaba de intentar saber algo más sobre Fleur y su misterioso y supuesto secuestro, a ella solo le interesaba saber cómo lo estaba pasando su amiga.
Furia les contó lo poco que sabía, y que era justo lo que le había dicho a la policía una y otra vez. Había quedado la tarde anterior con Fleur para estudiar, después dieron una vuelta por la calle y Fleur se marchó a su casa. Después de eso, el rastro de la chica se había desvanecido. Por lo que un policía le había comentado, andaban tomando declaración a los conductores de autobús de la línea que Fleur tomaba para llegar hasta su urbanización y saber si, al menos, había llegado hasta allí o el secuestro se había producido antes.
-Es realmente terrible, pobrecita – murmuró Ralta –. Si apenas llevaba aquí unos meses, ¿quién querría hacerle algún daño?
Tary, que llevaba un rato callada mirando el cielo con aire abstraído, se aclaró la garganta para hablar.
-Yo tengo una teoría sobre eso.
-¿Qué? – preguntaron Ralta y Furia a la par.
-Que tengo una teoría. Furia, antes habías dicho que un testigo decía haber visto a un chico raro merodeando por la urbanización de Fleur, ¿no? – la chica asintió con la cabeza –. ¿Y a quién conocemos que es raro, capaz de averiguar en cuestión de minutos donde vive alguien y, más importante todavía, capaz de hacer que alguien desaparezca sin dejar rastro?
Furia ahogó una exclamación de sorpresa cubriéndose la boca con las manos. Sin embargo, Ralta negó lentamente con la cabeza.
-No ha podido ser Kiv.
-¿Y por qué no? Esa rata asquerosa es capaz de cualquier cosa – siseó Tary, con aquella oscura ira que brotaba de ella cada vez que tenía que hablar del Asesino.
-Lo primero de todo es que no creo que Kiv sea tan descuidado como para merodear por ahí dejándose ver, ¡al menos debería ser de sentido común para alguien como él! Y lo segundo es que no debería tener ningún motivo para hacerle daño a Fleur, ¿no creéis? – expuso Ralta, con absoluta calma.
“Además, yo sé perfectamente que Kiv no está en este mundo ahora. A menos que me haya mentido”, añadió para sus adentros. Por desgracia, la fe que por alguna razón había depositado en el joven Asesino se tambaleó.
-Ahí es donde te equivocas. Creo que ese desgraciado tenía una razón, o al menos, lo que él considera una razón, para acabar con ella. Escuchad, cuando me trajo de vuelta aquí e intentó chantajearos jugando con mi vida, estuve segurísima de que él ya había estado en nuestro mundo. Así que le pregunté, y me contó que una de sus tareas era eliminar a aquellos que huían de Go y de Eclipse.
-Muchos de los que huyen de Go aparecen en nuestro mundo porque los tejidos entre ambos mundos están conectados entre sí y no es muy difícil romperlos para crear puertas pasajeras de uno a otro – interrumpió Furia –. Lo descubrí un día mientras leía unos libros de Shoz.
-Exacto. Y son muchos los que creen que escapando a un mundo sin magia como el nuestro podrán pasar desapercibidos, pero no podrían estar más equivocados. Kiv los descubre y asesina igualmente.
-Puede que eso sea cierto, pero no nos demuestra que Fleur hubiera huido de Go. ¿Si eso fuera así no creéis  que Kiv habría actuado antes? – protestó Ralta. Empezaba a sentirse algo molesta por aquella situación. No se sentía capaz de odiar a Kiv frente a sus amigas, pero estaba más que claro que defenderle no era una opción.
-Desde que conocí a Fleur siempre hubo algo de ella que no acababa de convencerme, como una alarma que me gritaba: ¡atención! Hace pocos días por fin estuve bastante segura de por qué me pasaba eso. Un día le enseñé a Bob la foto de clase que nos hicimos en aquella excursión al castillo de la sierra y le señalé a Fleur diciéndole que era la alumna nueva y todo eso. Pero él no la vio en persona hasta el día en que nos encontramos los cuatro en el parque, ¿recuerdas, Furia?
-Sí, me acuerdo.
-Después de ver a Fleur en persona, Bob me dijo que aquella no podía ser la misma chica que la de la foto y que se había sentido fuertemente atraído por ella. Y eso mismo les pasa a todos los chicos. La miran como si fuese realmente impresionante cuando no es más que una chiquilla de lo más corriente.
-¿Insinúas qué…? – empezó a preguntar Ralta.
-Sí. Pienso que Fleur era un hada venida de Go – sentenció Tary –. Aunque siempre había pensado que las hadas vivían entre florecillas y riachuelos, como en la estampa de un cuento de hadas. No entiendo por qué Fleur no se “secaba”.
-En realidad, Fleur siempre llevaba un tarrito de crema en el bolso porque decía tener la piel muy seca – rememoró Furia.
-¡Já! ¡Aquí lo tenéis! Teoría acertada.
-Puede que Fleur fuera un hada venida de Go, pero todavía queda demostrar que fuera Kiv quien se la llevó, viva o…
Furia se encogió sobre sí misma.
-Supongo que si fue Kiv las esperanzas de que Fleur esté viva desaparecen totalmente – suspiró con dolor –. Será mejor que vuelva a casa antes de que mis padres se preocupen. Tengo que contarles todo esto si no se han enterado ya por otros medios.
-Vale, nos vemos mañana – la despidió Ralta, con dulzura.
-Hasta mañana, chicas.
Cuando Furia ya estaba lejos, Tary encaró a Ralta.
-¿De veras piensas que no ha sido él?
-Creo que él es más listo que esto. No sabemos cuánto tiempo lleva matando gente aquí en la Tierra y nunca se ha dejado notar. Puede que tenga que ver con Eclipse, pero no creo que haya sido Kiv.
-¿Entonces quién? – gruñó Tary, poco convencida.
-¡Y qué voy a saber yo! No tenemos ni idea de cuantos sirvientes-asesinos tendrá Eclipse a su servicio, ni si ha reclutado a alguien nuevo, lo cual explicaría su “torpeza”.
-¿Otro más como él?
-O puede que más – dijo Ralta –. Ahora no sabemos nada… Ni qué trama Eclipse, ni qué lleva haciendo durante todo este tiempo, ni si es verdad que tiene a alguien nuevo bajo su mandato. ¡Nada de nada!
-¡Qué frustrante! Dios… ¡Odio esta situación! ¿Crees que en Shoz sabrán algo? Porque no nos han sido de ninguna ayuda hasta ahora, y yo no pienso ser más su perrito faldero.
El tono de Tary se iba volviendo más agresivo con forme hablaba, pero al terminar resopló con fuerza y pareció calmarse algo. Señaló al suelo y de él comenzó a brotar un pequeño árbol, del cual pronto comenzaron a colgar unas diminutas manzanas. Tary arrancó un par de frutas y las devoró en cuestión de segundos.
-¿Cómo has hecho eso?
-Tú también tienes magia, ¿recuerdas? – sonrió Tary, con un ligero tono burlón.
-Ya, ya. Me refiero a que no pareces ni un poco cansada y acabas de hacer brotar un árbol de la nada – se explicó Ralta, todavía anonadada.
-Creo que ya puedo decir que domino plenamente mis poderes. Intento practicar al menos dos horas diarias. Pero la resistencia física la he conseguido entrenando en el gimnasio. Sin fondo físico me resultaba imposible soportar el cansancio que produce hacer nacer y crecer un árbol – le dijo Tary, con seriedad –. Eso sí, las manzanas son deliciosas. Coge una y pruébala.
Ralta así lo hizo, y no pudo quedar más sorprendida con lo dulcísimas que eran.
-¡Madre mía! Es casi como comerse una cesta de dulces, pero sin tener que preocuparme por las caries.
-¡Que tonta eres! – exclamó Tary entre risas. Después su rostro volvió a ensombrecerse y agachó la cabeza –. Te he echado de menos…
-Te ha costado reconocerlo, ¿eh?
-Perdona por haberte abandonado tanto, pero quería estar preparada para ser capaz de defenderme yo sola, y para poder protegeros a ti y a Furia, pero sobre todo a Furia. La veo tan débil e insegura de su poder – musitó Tary, rememorando el sueño en el que su amiga moría calcinada en su propio fuego. Apretó los puños con rabia –; pero en cambio sé que tú lo has afrontado bien. En realidad, tú eres la fuerte de las tres.
-No digas chorradas. Tary, eres la persona más fuerte que conozco, y la más trabajadora y disciplinada. Además, presta atención. Vas a ser la primera persona que va a ver esto.
Ralta se alejó un par de metros de su amiga y extendió las manos hacia ella. Aunque Tary no podía ver que nada cambiara, si que sentía como algo se movía a su alrededor. Ralta debía de estar haciendo un gran esfuerzo porque comenzaba a sudar y los dedos le temblaban, incapaces de mantenerse rígidos.
-Vamos, tírame algo – le pidió a su amiga. Tary se encogió de hombros y tomó una manzanita –. ¡Venga ya! No me hagas reír y coge un pedrusco de esos.
-¿En serio quieres que te tire eso?
-En serio. No hagas que me arrepienta antes de tiempo, por favor.
Desde luego, Tary decidió no dejarle tiempo para que se lo replanteara. Agarró una piedra de casi el tamaño de su cabeza y se la lanzó sin miramientos a su amiga. La piedra voló directa hacia Ralta, pero antes de llegar a alcanzarla se detuvo, como si chocara contra un muro invisible, y cayó al suelo con un golpe seco.
-¿Cómo lo has hecho?
-Le encontré una utilidad a las clases de física. Me puse a pensar en que todo posee energía y se supone que una de mis habilidades es controlar esa energía; y después pensé en los muros de magia protectora que Siril era capaz de crear. No podemos centrarnos en desarrollar un poder únicamente de ataque, así que quise probar si era capaz de crear una barrera como las de Siril. Lo único que hago es mover la energía y condensarla tanto a mi alrededor que los objetos chocan contra ella y no pueden seguir avanzando.
-Realmente impresionante – concedió Tary, asintiendo –. ¿Y de ataque como andas?
-Los rayos que lanzo ahora son más poderosos que antes, y controlo bastante mejor la cantidad de magia que gasto. Aunque me agoto en seguida.
-Podríamos quedar para ir a hacer footing. Así trabajarías tu físico. 
-¿En serio tengo que hacer ejercicio? – Tary le contestó con una de sus miradas penetrantes que parecían querer decir “¿en serio me lo estás preguntando?” –. Está bien, pero solo dos días a la semana.
-Con eso me vale. Será mejor que me vaya ya para el gimnasio. He perdido una hora de gimnasia rítmica con todo este asunto de Fleur, pero era causa mayor. ¡Nos vemos mañana!
-¡Adiós! – gritó Ralta, viéndola correr calle abajo. En cuanto Tary estuvo lejos sintió que por fin podía respirar de forma relajada. Se había sentido realmente asfixiada por el odio que Tary sentía hacia Kiv, y ella se sentía realmente mal por haberse dejado enamorar por los ojos verdes del Asesino.



Kiv arrugó la nariz. Otra vez el aire le traía aquella peste. Era realmente asquerosa, y se estaba acercando a él. Sentía que le era familiar, pero no supo relacionarla con qué hasta que tuvo la respuesta delante de sus narices.
-¡Hola, hola! – canturreó el recién llegado, exhibiendo una enorme sonrisa –. ¡Al fin te encuentro! No sabes cuántos días llevo montaña arriba, montaña abajo. ¡Se me han muerto cinco caballos por el esfuerzo!
-Varnat… Así que tú eras quien traía ese hedor insoportable. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y qué mierda llevas puesto?
El recién llegado era un hombre alto, de casi dos metros, cabello negro a la altura de los hombros – aunque en aquella ocasión se lo había sujetado a un lado de la cabeza con unos palillos – y cuello más alargado de lo normal. Protegía aquella débil parte de su cuerpo con una serie de argollas de metal pegadas entre sí, igual que en sus antebrazos.
Su cuerpo también era algo peculiar. Tenía los hombros anchos pero la cintura estrecha, dándole el aspecto de un triángulo invertido. Aunque la parte más escalofriante de él era su alargado rostro. Sin cejas, ojos negros y estrechos, y aquella gran boca que disfrutaba mostrando su enorme y siniestra sonrisa.
En aquella ocasión vestía un traje blanco y elegante, algo que no le pegaba para nada – además, era el uniforme que vestían los emisarios entre Go y Seusash – y sus inseparables alpargatas de esparto, lo cual le daba un aspecto chocante, hasta incluso ridículo. Tampoco se había deshecho de sus dos únicas armas: una cadena de más de dos metros de largo y que terminaba en una bola – la cual tenía púas solo en una mitad – y su peculiar espada. Tenía una forma similar a una hoz, pero angulosa, y con el filo exterior dentado, perfecto para desgarrar.
-Celoso, ¿eh? ¡Mira! Mira que ropa tan perfecta para mí.
-Si tú lo dices… – murmuró Kiv, poniendo los ojos en blanco –. Ahora responde: ¿qué estás haciendo aquí?
-Me manda Ettahí, así que supongo que todo es cosa de Eclipse. Soy tu compañero, tu apoyo y, creo que también, el encargado de vigilarte. ¡Un pajarito va diciendo por ahí que últimamente has cometido errores de principiante! – canturreó Varnat –. Tendré mis ojos fijos en ti día y noche y…
-Y vas a largarte justo por dónde has venido – le cortó Kiv, con decisión.
Varnat alargó el brazo para pasárselo a Kiv por los hombros, con su espada en la mano. Pero el joven asesino ya había previsto algo similar y procedió a colocar su daga bajo la barbilla de Varnat.
-¡Bien visto! Pero presta atención, principito, no pienso irme de aquí.
Kiv hizo una mueca. Odiaba que los subordinados de Eclipse y Ettahí que le conocían le llamasen “principito”.
-Retira tu espada de mi garganta o te juro que te clavo la daga hasta que alcance tu diminuto cerebro de cabeza hueca.
Varnat soltó una carcajada y sus ojos brillaron con locura cuando dijo:
-¡Genial! ¡Siempre he deseado jugar a esto! ¿Quién crees que matará antes a quién?
-Estás loco…
-No es locura, principito, es la excitación ante la posibilidad de morir.
-Sí, sí, lo que tu digas, pero o alejas tu arma de mí o te mato – amenazó Kiv, por última vez.
-¡Venga ya! Yo sé que no eres capaz de hacerme daño, principito. Más que nada porque si lo haces tú “mamá” se enfadará mucho – canturreó Varnat –. Sin embargo, yo soy incapaz de destrozar la suave piel de un niñito tan guapo como tú, principito.
Kiv hizo una mueca de repugnancia ante semejante comentario y sintió como Varnat le retiraba el brazo de sobre los hombros. Le dirigió una mirada fría y pudo ver como el brillo de locura en los ojos del hombre desaparecía por completo y se sosegaba.
-¿Vas a dejar de hacer tonterías?
-Sí, principito.
-Soy tu superior, así que dirígete a mí con el debido respeto. La próxima vez que vuelvas a llamarme principito no te avisaré de que voy a matarte, directamente te abriré en canal y me importará bien poco lo que Eclipse me diga. ¿Me he expresado con la suficiente claridad?
-Sí… mi señor. Pero, si me permitís deciros algo, no os lo pondré fácil si intentáis matarme – replicó Varnat, con seriedad pero sin borrar su perenne sonrisa.
-Eso ya lo veremos – siseó Kiv. Resopló para serenarse. Varnat le sacaba de sus casillas, y si iba a tener que convivir con él una temporada más le valía irse acostumbrando a aquel insoportable –. Bien, supongo que habrá algo nuevo que quiere Eclipse, ¿no?
-Así es, mi señor. Durante las últimas semanas te has dedicado a monitorizar el avance de Edel y a entorpecerlo con cosas bastante tontas. Pero al parecer a la reina le parece que Edel está avanzando demasiado deprisa y quiere saberlo todo del enemigo.
-¿Todo? – preguntó Kiv con cuidado. Dudaba de cuánto podía abarcar aquella palabra.
-Todo. Efectivos, modo de organización, poder ofensivo y económico… Y, por encima de todo, Eclipse quiere saber cómo lo hace su hermana para avanzar a semejante velocidad.
-Por pedir que no quede… – gruñó Kiv –. Adentrarnos más en el nuevo territorio de Edel supondría no poder controlar su avance. Además la espía…
-Ettahí me dijo que no te preocupes por esa rata – le interrumpió Varnat –. Dijo que ya se encargaría él de advertir a los puestos fronterizos y a las ciudades más próximas a Seusash de ella.
-Si yo no logré ataparla, ningún otro podrá hacer nada.
-Os lo tenéis bastante creído, princ…, mi señor – sonrió Varnat –. ¿Dónde se sitúa Edel ahora?
-Parte de su ejército está apostado en la capital del condado de Reinier. Pero creo que ella y otra parte de su ejército volvió a Navette, aunque no tengo claro el porqué.
-Tal vez para reorganizarse o esperar más efectivos. He oído que el puerto de Navette es impresionante. O puede que su rápido avance le haya pasado factura y simplemente necesite descansar y recuperarse en un sitio que considere seguro.
-Eso pensó yo. Pero Navette es más bien una gran ratonera si le cierran la salida al mar. Así fue como ella logró conquistarla.
-Entonces nos queda la opción de que están esperando la llegada de más tropas por barco, ¿no? – dijo Varnat.
-Sí, es muy posible – murmuró Kiv –. Supongo que ya sabemos dónde ir.
-¿Meternos en Navette dices? – preguntó Varnat. Kiv asintió y comenzó a andar –. Es un auténtico suicidio. Me encanta.


Tras dos días enteros andando sin detenerse para dormir, y parando lo justo para comoer y tomar algo de aliento, Kiv y Varnat por fin se detuvieron para pasar la noche y poder recobrar sus fuerzas. Kiv podría haber aguantado un día más sin dormir, pero Varnat, que además acumulaba en su cuerpo el cansancio del viaje desde el Anillo de Fuego hasta Seusash, parecía estar a punto de derrumbarse en cualquier momento.
Seguramente se debía a aquel cansancio que apenas hubiera abierto la boca mientras Kiv le guiaba por caminos solitarios y montañosos, y a través de unas grutas que les hicieron más corto el atravesar una de las cientos de sierras de Seusash. De cualquier modo, Varnat se había comportado, y el premio que recibió por ello fue poder dormir. Aunque primero deberían encontrar donde.
-Por ahí se ve luz – señaló Varnat – Tal vez sea la casa de alguien. ¡Vamos allí!
-No. Dormiremos por aquí. Busca un árbol alto.
-No, no, no y no – protestó Varnat, parándose en seco y cruzando los brazos ante el pecho, tal y como habría hecho un niño pequeño –. Si vamos a dormir quiero que sea en un sitio cómodo y calentito. Además seguro que nos dan algo de comer.
-¿En serio crees que…? – Kiv no pudo terminar su pregunta. Varnat ya había emprendido la carrera hacia la luz, gritando y dando saltitos como un loco.
-¡Vamos, vamos, princ…, mi señor! ¡Qué tengo mucha hambre y estoy cansado!
Cuando Kiv alcanzó a Varnat frente a la casa, éste ya había echado la puerta debajo de una patada.
-¡Toc, toc! – canturreó –. ¡Por favor, qué bien huele! Definitivamente, nos quedamos aquí a papear.
-Y tú definitivamente eres imbécil. ¿A quién se le ocurre romper una puerta y después decir “toc, toc” tan tranquilo?
-¿A mí? – preguntó Varnat, con tono inocente.
-¡Pues claro que a ti, pedazo de idiota!
-Si ya lo sabías, ¿para qué preguntas?
-¡Por todos los dioses! Era una puta pregunta retórica – exclamó Kiv, fuera de sus casillas.
-¡Ah! Creo que ya lo entiendo. Uhm… no, no lo cojo – murmuró Varnat –. ¡Uy, mira! Gente.
Varnat señaló con su espada a los cuatro pares de ojos que les observaban, totalmente atónitos.
-Pues claro, la casa es suya… – suspiró Kiv. Ya se había arrepentido de parar aquella noche a descansar.
-Hola, niño – saludó Varnat al hijo pequeño de la pareja de propietarios de la casa. Varnat dio dos zancadas y se plantó frente al pequeño, que estaba sentado frente a la mesa. El niño agachó un poco la cabeza, pero Varnat le obligó a alzarla con su espada. La madre contuvo el aliento, preocupada, y se aferró al brazo de su marido –. ¿No te han enseñado tus papis a saludar? Empezamos otra vez, ¿vale? Hola, niño.
-Hola, señor – contestó, en voz muy bajita.
-Varnat, deja en paz al crío.
-No voy a hacerle nada. Me gustan los hombrecitos de tu edad, princ…, mi señor. Anda, déjame en paz con mi nuevo amiguito y échale un vistazo a la niña. Tal vez si te la tiras dejas de ser tan arisco conmigo.
-Lo primero, no me apetece; y lo segundo, la cría es un puto cardo. No te ofendas, chica.
La niña rompió a llorar como una madalena.
-¡Pero alégrate! Si fueras guapa estarías muerta en media hora – se rió Varnat –. ¡Qué raras que son las mujeres!
-Sentimos las molestias – le dijo Kiv al matrimonio –. Solo queremos algo de comer y un lugar donde dormir. Nos marcharemos antes de que amanezca. Y no se preocupen, Varnat está loco, pero no dejaré que le haga absolutamente nada a su hijo.
-Yo… iré a por algo que daros de comer – dijo la mujer, levantándose de la mesa.
-Minnita, ve a por un par de sillas para nuestros “invitados” – gruñó el padre. La niña se levantó, todavía llorando a moco tendido. No parecía haberle sentado nada bien el rechazo de Kiv, a pesar de que eso le había salvado la vida.
-¿Te doy miedo, amiguito? – le preguntó Varnat al niño, que permanecía encogido en su sitio y callado. Para contestar, el niño asintió muy débilmente –. Vaya pena, amiguito. ¿Y quién te da más miedo, él o yo?
Él niño señaló a Kiv con el dedo.                                                        
-Tú estás mal de la cabeza, pero creo que él es más listo. Me asustan más las personas listas – susurró el niño.
-¡Ja! Ese niño no tiene ni un pelo de tonto – dijo Kiv, complacido.
La niña, Minnita, regresó con las sillas justo a la vez que la madre les servía un par de cuencos de sopa con un par de trozos de carne en su interior para que comieran.
-Aprovechad, está calentita – les dijo mientras Varnat se abalanzaba sobre su cuenco.

Tras lo que fue una cena de todo menos tranquila – en la que Varnat devoró en cuestión de segundos dos cuencos de comida –, Kiv y Varnat se instalaron en una pequeña habitación, fría, sucia y llena de trastos y provisiones de comida. Por decisión de Kiv, durmieron por turnos para vigilar que ningún miembro de la familia se pusiera en contacto con alguien que alertara de su presencia en Seusash. Fue Varnat quien descansó primero, y horas después, Kiv.
-Menudo aburrimiento – se dijo Varnat, tras llevar una hora andando de punta a punta de la diminuta casa –. Los críos duermen, los papis duermen, Kiv duerme… ¡Kiv duerme!
Volvió a la habitación intentando ser silencioso y se sentó junto a Kiv, apoyando la barbilla sobre sus manos.
-¡Qué mono que estás cuando duermes! – se rió contemplando al joven –. ¿Y si te acaricio el pelo? ¿Te enterarás?
Cuando apenas la quedaba un suspiro para llegar a tocarle el cabello, los ojos de Kiv se abrieron de golpe, haciendo que Varnat diera un respingo.
-¿Qué coño crees que estás haciendo? – gruñó.
-¡Ups! Emm… ¡Buenos días, mi señor! Perdón… creía que dormías.
-No, no puedo dormir. Y…
-¿Por qué no? – interrumpió Varnat.
-Vete a dar vueltas por la casa. Quiero descansar y me es todavía más difícil si sé que quieres verme dormido – gruñó Kiv, cubriéndose mejor con la manta.
-¿Pero por qué no puedes dormir? ¿Algo te preocupa o te inquieta? Pensaba que tú eras un tipo frío al que le daba igual todo. ¿Qué puede perturbar tu descanso?
-¡Cállate y vete! – le gritó Kiv para que dejara de preguntar.
-Sí, mi señor. Jo… no me quieres nada, ¿eh?
-¡Qué te largues! – bramó el joven, espada en mano.
-¡Me voy, me voy! – Varnat salió de la habitación tan rápido como pudo –. Vaya mal despertar que tiene este chico.
Kiv resopló tranquilo cuando Varnat le dejó solo de nuevo. Se retorció en el lecho intentando encontrar una postura para que el disparo del sueño le alcanzase, pero no parecía haber ninguna correcta.
Tal y como le había dicho a Varnat no podía dormir. El silencio y le quietud de la noche le hacían recordar su última conversación con Ralta y su promesa de volver pronto con una respuesta.
No dejaba de darle vueltas a la misma pregunta: ¿qué clase de sentimiento era el amor? Y, más importante todavía, ¿qué era lo que él sentía por Ralta? Sólo tenía claras dos cosas: que mataría a todo aquel que le hiciera daño a la chica y que ella era la única persona por la que daría la vida si era necesario. ¿Bastaba aquello para ser amor?
Pensó en el momento en que todo había empezado. “No debería haber jugado con ella. Debería haberla matado entonces, todo habría sido más fácil”, suspiró. “Sin embargo, desde el mismo momento en el que nos miramos a los ojos… estuvimos acabados. Vaya mierda, como no deje de darle vueltas a todo esto no voy a dormir nada”, se maldijo Kiv, con un bostezo.
Tras un rato, el sueño escuchó sus deseos y acogió al joven en su cálido abrazo y le permitió descansar tres horas, algo suficiente para mantenerle activo un par de días más. Aunque con aquellas tres horas no soportaría a Varnat mucho tiempo.
Se levantó cuando aún no había empezado a despuntar el sol, pero con los primeros rayos, tal y como había prometido, se largaron sin molestar más a la familia que les había acogido. Les esperaban varios días de camino hasta Navette, y conforme se acercaran más a la capital tendrían más y más dificultades para pasar desapercibidos.
“Si fuera yo solo me costaría algo menos, pero Varnat…”, pensó Kiv mientas andaba por delante de su indeseado compañero. “Él llama demasiado la atención.”
Suspiró y decidió no pensar mucho en eso. Ya encontraría la forma de avanzar sin que el aspecto de Varnat les supusiera un problema.
-Apresúrate, Varnat, quiero que estemos en Dar´sha antes de media noche – dijo Kiv, con seriedad y apretando el paso.
-¿Dar´sha? ¡Se tarda dos días en llegar allí! – se quejó Varnat.
            -Lo sé. Por eso te digo que te des prisa.

3 comentarios:

  1. Senpai, se que esto no va a aquí, pero no sé donde ponerlo sino XD

    me encanta el cambio que le has dado al blog! cierto que es una pena que ya no se vean los dibujos como fondo, pero me gusta que parezca un cuaderno abierto sobre una mesa. queda mucho más personal (y adecuado a lo que trata el blog XP) que el anterior estilo, que parecía mucho más "predeterminado de un blog".

    además, las pestañas de capítulos, mensajes, música etc ayuda mucho a buscar lo que quieras, o si eres nuevo en el blog a ir viendo las cosas por orden. me parece un gran acierto!

    pues eso, hace semanas que no entraba, no se desde cuando lo tendrás pero, GRAN y BUENÍSIMO CAMBIO! :)

    ResponderEliminar
  2. Uy! casi se me olvida! buen toque también lo de hacer que la sinopsis se vea nada más entres en el blog :) seguro que anima a más gente a leer tu historia.

    para cuando de tu segundo libro, por cierto? ^^

    (que conste que los comentarios no son peloteo, me gusta de verdad... :P)

    ResponderEliminar
  3. Jijijiji me alegro de que te guste. Esto es robado de alguien que lo programó tal que así y yo me lo descargué y lo puse aquí. Así que es un predeterminado un poco más currado (aunque hay que darle las gracias a Lady Varas sensei por guiarme en el camino para hacer esto porque yo ya había perdido la cabeza).

    Quería también hacer las pestañas de arriba desplegables y con submenus, pero eso ya se me iba de conocimientos...

    El segundo libro ya está en proceso pero no lo voy a colgar en internet. Voy a ir poco a poco escribiendo hasta que el resto de críticos me den sus correcciones e impresiones del primero. Cambiaré lo que haya que cambiar y... ¡al registratorio! Y después a hablar con editoriales, porque se me va de extensión para concursos de novela xD Menuda desgracia...

    ResponderEliminar