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lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Hace cuantísimo que no subo nada? Muuuuuucho tiempo. Pero ahora se acerca el fin de año y no podía acabar sin publicar nada.
Así que sin más dilación, aquí dejo un escrito - el primero que hago en inglés, creo - medio producto de un sueño, medio inspirado por el comienzo de "La Rueda del Tiempo".

The last night I had a dream.
A bad dream.
A fucking nightmare.
There was a man dressed in black. His coat was as black as the darkest night. The black metal of his armor reflected nothing. The black fur of his horse made him invisible. He didn’t own a shadow because he was a shadow himself. All his presence made me felt like he was taking the happiness, the hope, the light, away. So far away from this world… where nobody could ever reach it.

The last night I had a dream.
A bad dream.
A fucking nightmare.
There was a knight who shined like the sun. His diamond sword lighted like it had trapped a rainbow in his heart. The gold from his armor made him look glorious, golden, brave. His mare had a pearly fur, as beautiful as the moon. All his presence made me felt like he could reach everything. All the dreams could be real. All the loves could last forever. All the laughs and cheer and happiness could fly high and touch the sky. I tough there was hope.

The last night I had a dream.
A bad dream.
A fucking nightmare.
The knight walked into the light until he found a mirror. He saw his own reflection. And then some kind of mist came out from the nothing and covered the knight and the mirror. When the vapor had been gone away, the golden knight wasn’t there. The man dressed in black was. And I felt so afraid. Hopeless.

miércoles, 20 de febrero de 2013

CAPÍTULO 21: "AHORA MISMO... PODRÍA MATARTE"


CAPÍTULO 21: “AHORA MISMO… PODRÍA MATARTE”
Como siempre que llegaba alguno de los halcones de Ettahí, los guardias de la Torre de Aves del castillo avisaron a Eclipse para que fuera ella en persona quien tomase el mensaje del animal. Antes siquiera de que le informaran de la llegada del halcón, Eclipse ya estaba esperando el mensaje, y sabía lo que el maestro Asesino le diría en él.
“Ha habido problemas. Los rebeldes han aprovechado el tiempo en el que ni yo ni Varnat estábamos en el Anillo de Fuego y se han reagrupado. Ya he llamado a algunos de mis hombres e intentaremos que esto esté solucionado cuanto antes. Cuando regrese tendré que pedirte un gran favor.”
En cuanto Eclipse leyó el mensaje, bufó cabreada. Era justo lo que había estado esperando, aunque no quería que pasara. Creía que iba a poder estar junto a Ettahí antes, pero no iba a poder ser. Además, sintió cierta inquietud sobre qué podría tratarse ese favor que el Asesino quería pedirle. Él nunca le había pedido nada.
-¿Qué pasa? – preguntó una voz a su espalda.
-Ettahí se retrasará, así que no podrá seguir entrenando contigo – suspiró Eclipse –. Me habría gustado que estuvieses mejor preparado. Bueno, así podrás estar plenamente concentrado en la chica medio-hada. ¿Va todo bien con ella?
-Sí. Todo va perfectamente, tal y como me dijiste que lo hiciera. Comenzamos la búsqueda en Serbia.
-Bien, bien. Es más probable que mi “hermanita” se encuentre por la zona del centro de Europa, así que es perfecto. Pero bueno, en caso de que no la encontremos en Europa, habrá que seguir buscando por el resto de la Tierra. Aún tenemos tiempo.
-Yo creía que teníamos prisa – dijo Viktor, ladeando la cabeza para mirar a Eclipse.
-No, todavía no. Confío en que Kiv y Varnat sean capaces de retrasar el avance de Edel de alguna manera y que me traigan información. Y también tiene que volver Shina.
-¿Dónde está ella? – preguntó el joven. Escuchaba hablar a Eclipse y no podía evitar sentirse perdido y fuera de lugar. Se preguntaba qué tramaban la reina y la bruja y qué papel tenía él en todo aquello – además de encargarse de vigilar la búsqueda de la chica-hada en la Tierra.
-No lo sé, pero cuando vuelva seguramente será como antes de que la atraparan. Y eso querrá decir que será muy poderosa.
-¿Y eso no es peligroso? Quiero decir, ¿por qué una persona tan poderosa iba a seguir con usted, majestad?
-Sí que lo es. Aunque sea poderosa, seguirá necesitando cobijo y protección hasta que se decida a atacar Shoz. Yo soy esa protección, así que me servirá para conservar esa protección. Es como… una relación simbiótica. Tú no te preocupes de nada, Viktor, y limítate a vigilar la búsqueda de la niña y vuelve aquí cada cuatro días para informarme de todo.
-Sí, majestad – Viktor inclinó la cabeza ante su reina y aferró los tres cubos de metal que, al colocarlos en el suelo  describiendo un triángulo, abrían una brecha que le llevaba de mundo a mundo al reaccionar con su tremenda energía de dragón.
-Viktor – dijo Eclipse, deteniendo al chico –, recuerda que si la niña intenta hacer cualquier cosa rara, pedir ayuda o lo que sea, deberás matarla.
-Sí. Podéis estar tranquila, mi señora. No dudaré, porque no se me pasaría nunca por la cabeza poder defraudaros.
-No tienes ni idea de cuánto me alegra escucharte decir eso, Viktor. Nos vemos en cuatro días.
El área que quedaba dentro de los cubitos metálicos se iluminó como si estuviera cubierta de ascuas ardientes y absorbió a Viktor, devolviéndole a la Tierra, donde le esperaba Fleur en una pequeña y deprimente habitación de un hostal de Novi Sad, la capital de la provincia de Voivodina, al norte de Serbia. Llevaban dos días en los que apenas se habían detenido. Aviones, trenes y trayectos a pie habían sido necesarios para llegar hasta el hostal que Viktor había decidido que sería su destino. Allí había dejado a Fleur incomunicada y con las manos atadas a una mesita. No tenía manera de escapar, pero antes de llegar allí la chica parecía haber desistido de intentar resistirse y se mostraba muy dócil.
No se había sorprendido en absoluto cuando Viktor le había dicho que la había secuestrado por tener sangre de hada corriendo por sus venas; se había limitado a asentir, como si tener aquello seguro le aclarara muchas cosas. Tampoco se había escandalizado cuando le había confesado porqué la necesitaba. En aquella ocasión había vuelto a asentir, encogiéndose de hombros, como si nada le importara, y había hecho todo lo que él le había ordenado sin rechistar ni quejarse.
-¿Has descansado? – le preguntó Viktor a la chica, retirándole la mordaza de la boca. Aquello había sido una pequeña precaución, para que nadie pudiera oírla si intentaba pedir ayuda a gritos.
-Apenas – musitó ella, sin levantar la cabeza de la mesa. Su cabello rubio se esparcía por la superficie de madera envejecida y llena de golpes y se le pegaba a la cara por el sudor. Si en esos instantes le hubieran concedido un deseo, Fleur solo habría pedido poder darse una ducha para quitarse del cuerpo la pesadez de tantas horas de viaje seguidas.
-¿Tienes hambre? – le preguntó Viktor, algo preocupado al escuchar cómo el estómago de la chica rugía como una bestia enfurecida. Ella asintió. No habían probado bocado en todo el tiempo que llevaban juntos. Y aunque Viktor había estado acostumbrado a pasar hambre desde su más tierna infancia, era evidente que Fleur no –. Saldremos a buscar algo para comer cuando anochezca, ¿vale? Así podrás buscar alguna energía mágica por otras zonas.
-Vale. ¿Puedo darme un baño?
Él lo pensó unos segundos, pero después se compadeció de Fleur. Desde luego, si iban a salir a comer fuera, debería tener mejor aspecto del que tenía en aquellos momentos para no llamar tanto la atención.
-No tardes – le amenazó Viktor mientras la soltaba.
Iban a ser unos días bastante largos vagando por Europa.


Por enésima vez Ralta le dijo a Katie que no iba a poder salir con ella aquella noche. A la mañana siguiente, muy temprano había quedado con Furia y Tary para ir a correr por las afueras de la ciudad y después practicar su magia – aunque aquello último no se lo habían comentado a Furia, que parecía negarse a usar sus poderes.
-En serio, Katie, no puedo. Mañana tengo que madrugar y…
-¡Blah! – interrumpió la chica, levantando el dedo índice y posándoselo a Ralta sobre la nariz –. ¿En serio me dices que vas a madrugar un sábado? No eres la tía que yo conozco.
-No me lo pongas más difícil, Kat – le pidió Ralta, haciendo un mohín.
-Eres mala. Que lo sepas.
-Perdón, ¿os interrumpo? – las dos chicas se giraron a la par hacia quien les había hablado y se quedaron sorprendidísimas –. ¿Podemos hablar a solas, Ralta?
-¡Sí, sí! Claro que podéis, ¡si yo ya me iba! – exclamó Katie, saliendo de su asombro. Antes de largarse le dijo a Ralta al oído –. No eres mala, eres una auténtica bruja, y te odio por ello.
-¡Hasta el lunes, Kat! – se despidió –. Kiv, por fin has vuelto.
-Prometí volver con una respuesta. Aquí estoy.
Ralta cogió aire, respirando todo lo profundamente que pudo. Estaba nerviosa por lo que Kiv pudiera decirle, pero a la vez, se moría de ganas de escucharlo, fuera lo que fuera.
-Antes de decirte nada, tendrás que contestarme a un par de preguntas, ¿vale? – le dijo, acercándose a ella un poco más.
-Claro – susurró ella, ya perdida en el verde increíble de sus ojos.
Él deslizó su mano hasta el mentón de la chica, para asegurarse de que no desviaba la mirada en ningún momento.
-Primera pregunta. ¿Eres consciente de que podría matarte ahora mismo? – hizo la pregunta con una voz tan dulce y heladora a la vez que Ralta tardó en darse cuenta de lo que le estaba preguntando. Cuando cayó en la cuenta intentó mirar a otro lado, pero Kiv se lo impidió y aumentó la intensidad de su mirada –. Contesta a la pregunta, por favor.
-Yo… Soy consciente. Pero no te creas que eres el único capaz de hacer daño. Si quisiera podría electrocutarte aquí mismo, no lo olvides.
Kiv sonrió, aparentemente satisfecho con la respuesta.
-Ahora viene la pregunta difícil. Llegará un día en el que gritarás mi nombre y querrás pedir ayuda. Pero como todo el mundo me odia no podrás hacer otra cosa que verme morir. ¿Crees que podrás soportarlo?
-¿Qué…? ¿Por qué me preguntas eso? – aquella pregunta la había dejado anonadada. No sabía ni a qué fin venía, ni qué responder.
-Limítate a constarme, Ralta. Confío en no morirme de viejo, así que… – Ralta no dijo nada, no quería responder nada. ¿Verle morir? Para ella Kiv se le antojaba como alguien invencible. Kiv no podía morir –. Moriré, asúmelo. Por eso te estoy preguntando esto. No quiero hacerte daño con mi muerte.
-Lo asuma o no, verte morir me partirá el corazón – susurró Ralta.
-Sí, respuesta correcta – volvió a sonreír Kiv.
-¿Vas a decirme ya tu respuesta? – preguntó Ralta, inquieta. Quería, no, necesitaba saberlo ya mismo.
-Sí. Supongo que te lo has ganado. He llegado a la conclusión de que no hay una definición exacta para ese sentimiento al que se le denomina “amor”. Cada persona tiene su propio concepto de él, y no para todos es lo mismo. Así que voy a amarte a mi manera.
-¿A tu manera?
-Sí. Mataré a todo aquel que tenga la más mínima intención de hacerte daño, y moriré si es necesario para mantenerte con vida. Por esta razón te he preguntado eso antes. Sin embargo, me temo que no podrás esperar de mí muchos gestos de… ¿romanticismo? Sí, creo que lo llamáis así. No esperes cenas a la luz de las velas tras una tarde de cine. Eso ni de broma. Puedo hacerte volar hasta que toques las nubes, o sumergirte entre las olas conmigo tras saltar de un acantilado, pero no estar sentado viendo un atardecer como si fuera lo más bonito del mundo. Lo más bonito, lo único que merece la pena mirar, lo que me ha abierto los ojos, eres tú.
-Madre mía… – murmuró Ralta, sin aliento. Se lanzó sobre Kiv para besarlo, sin pensar en la aversión que él sentía por no controlar el espacio que quedaba entre él y el resto del mundo.
Aunque el joven Asesino se sorprendió al principio, después estuvo realmente encantado con aquel apasionado gesto de Ralta. Había pasado muchos días deseando algo así. Y no se reprimió. Enredó sus dedos en torno a los rizos de Ralta, por la nuca, para asegurarse de que no se separaría de sus labios hasta que él así lo quisiera. Con su otra mano pegaba el cuerpo de la chica al suyo; no quería que ni un suspiro fuera capaz de deslizarse entre ellos. Le habría gustado más poder sentir piel con piel, pero si hacía las cosas demasiado deprisa…
Mejor no pensar en lo que podía pasar. Mejor centrarse en aquel momento. Mejor olvidar que esos actos le convertían en un traidor. Mejor disfrutar del presente y preocuparse del futuro cuando llegara. Mejor dejarse ir y no usar la cabeza, al menos durante unos minutos. Mejor ser solo humano mientras besara a Ralta.
Cuando sus labios se separaron y entre ellos volvió a deslizarse el aire, Kiv seguía deseando más, pero necesitaban respirar. Ralta parecía estar sin aliento y tenía las mejillas enrojecidas. Había empezado ella con aquel beso, pero una vez más había sido Kiv quien la había controlado plenamente. Era tan apasionado, tan perfecto, que a la chica se le olvidaba por completo lo que era realmente – un Asesino – y que aquellos ojos verdes que tanto le gustaban podían matarla en cualquier momento.
“Pero qué es la vida sin un poco de riesgo”, pensó Ralta, perdiéndose en aquella inmensidad esmeralda.
“Tal vez seas más estúpida de lo que pensaba si tanto te gusta el riesgo. O tal vez es que eres como yo”, susurró la voz de Kiv dentro de su cabeza.
-Tienes que dejar de hacer eso. O si lo haces, que no me entere.
-Perdona. Pero es que quiero estar unido a ti y no perderme ni uno de tus pensamientos.
-Ahora tenemos tiempo para estar juntos, no tienes por qué actuar así. Puedes conocerme de una forma más normal: conversando. No espiando lo que pienso.
-Si puedo hacer las cosas rápido, las hago rápido. No me gusta perder el tiempo. Además, debería volver a Go cuanto antes.
-¡¿Qué?! ¿Por qué? – exclamó Ralta, dando un paso atrás.
-Eclipse cree que sigo en Seusash con Varnat. Así que debo aprovechar el tiempo que a Varnat le cueste ponerse en contacto con Eclipse y le diga que me he largado para colarme en el castillo y hacer ciertas cosas.
-No sé quién es Varnat ni qué puede ser tan importante como para querer arriesgarte a entrar en la boca del lobo – gruñó Ralta, cruzando los brazos ante su pecho.
-Varnat es solo un loco obsesionado con… conmigo. Es un subordinado de mi Maestro, así que él no tiene ninguna importancia – le explicó con seriedad –. Y si quiero ir al castillo es porque tengo curiosidad sobre mi pasado. No recuerdo nada anterior a Eclipse y ciertas zonas del castillo a las que Eclipse prohibía entrar a todo el mundo.
-¿Y te parece que eso es lo más sensato para averiguar cosas sobre tu pasado?
-En ningún momento he dicho que sea sensato – sonrió él, con cierto aire de suficiencia.
-Y luego yo soy la estúpida… Si vas a ir, déjame ir contigo.
-No – Kiv fue muy contundente –. Si por llevarte te pasara algo no me lo perdonaría en la vida.
-¿Y si te pasa algo y no vuelves, qué? Yo tampoco me lo perdonaría, ¿sabes? Te recuerdo que tengo poderes y que me puedo defender bastante bien yo sola. Déjame ir, por favor. Quiero ayudarte.
-Está bien… – concedió Kiv a regañadientes tras pensarlo unos segundos –. Más te vale hacer exactamente lo que yo te diga o acabaremos los dos muertos.
-Sí, sí. ¿Cuándo iremos?
-Lo antes posible, siempre que tengas una excusa para desaparecer unas cuantas horas.
-Uhm… Mañana por la mañana iré a hacer ejercicio con Tary y Furia. Puedo decirle a mi madre que hemos quedado para comer juntas y pasar la tarde de compras. No creo que ponga pegas. Y con un poco de suerte me dará algo de dinero – dijo Ralta, feliz.
-Vale. Ya te buscaré y apareceré ante ti cuando estés sola.
-¿Qué vas a hacer hasta entonces? – le preguntó Ralta. No tenía ni idea de dónde iba a pasar él la noche.
-Dormir. Llevo muchos días durmiendo con un ojo abierto, por si acaso, y me hace falta un buen descanso. Confío en poder dormir al menos doce horas – explicó Kiv, con aquella fría seriedad que parecía surgir de él cuando menos se lo esperaba –. Nos vemos mañana, Ralta.
A modo de despedida Kiv le dio otro beso a la chica, no tan apasionado como el anterior, pero que bastó para que se le pusieran los pelos de punta. Antes de poder darse cuenta, él ya se había esfumado, con la misma rapidez y sigilo con la que había aparecido minutos antes.
Ralta inspiró hondo, queriendo recuperar el aliento que había perdido desde que Kiv había aparecido ante ella. Todo lo que acababa de pasar se le antojaba demasiado raro e increíble; pero, ¿qué no era raro en su vida desde hacía meses?
“Es hora de irse a casa”, suspiró acariciándose los labios. Casi los notaba palpitantes, como si quisieran contarle al mundo quien acababa de besarlos.
-Ralta – la llamó una voz a su espalda. La chica se volvió hacia donde venía la voz, inquieta. Vio que, desde detrás de unos coches aparcados, Álvaro la miraba con expresión de dolor –. ¿Puedes explicarme qué es lo que acabo de ver?
-Álvaro… ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-El suficiente para haber visto como os besabais. Es ese tío, el raro que te besó en la mano hace meses y dijiste que no era nadie. Os estáis viendo desde entonces, ¿no? ¡Qué estúpido he sido! – El tono de voz de Álvaro mostraba que estaba totalmente destruido.
-Sí que es él pero no nos hemos visto más que dos días desde entonces y… – Ralta se detuvo. ¿Para qué inventarse excusas y mentir? Dijera lo que dijera el daño ya estaba hecho y al menos por fin tenía el empujón que le hacía falta para cortar su relación con Álvaro –. Estoy enamorada de él. Sé que apenas lo conozco, pero es lo que siento. Y lo que más me duele es estar haciéndote daño con todo esto. Eres guapo, eres simpático, y has sido siempre mi mejor amigo, pero por más que lo he intentado y lo he deseado nunca he estado  enamorada de ti. Lo siento. No quería que termináramos por miedo a lo que pasaría después entre nosotros. No quería perder a un amigo como tú.
Cuando acabó de confesarle todo lo que sentía y tanto tiempo llevaba guardándose para sí misma no pudo hacer otra cosa que abrazar a Álvaro, que se había quedado compungido en el sitio. Aunque a pesar de todo, respondió al abrazo.
-No tenía ni idea de que era eso lo que sentías. En el fondo los dos sabíamos que este día llegaría, de una o de otra manera. Habría preferido no tener que ver como ese tío te besaba, pero bueno… Solo te digo una cosa, ya que me preocupo por ti como amigo, ten cuidado con él, ¿vale? No me gusta mucho la forma en que te mira.
-Tranquilo. Sabes mejor que nadie que tengo muy mal carácter cuando me enfado.
Álvaro se rió, sin muchas ganas. Se sentía dolido, pero también aliviado al saber por fin a dónde había ido a parar su intento de relación amorosa con Ralta.
-¿Y ahora, qué? – preguntó la chica, sin soltarse de la cintura de Álvaro, con la cabeza apoyada sobre su pecho.
-No quiero que perdamos nuestra amistad, pero me has hecho daño y voy a necesitar un tiempo para olvidar esto. ¿Lo entiendes, verdad?
-Por supuesto. Y lo respeto más que nada. Cuando quieras volver a hablarme, estaré allí para escucharte, y para todo lo que te haga falta.
-Genial. Adios, pequeña – se despidió Álvaro, dándole un beso en la cabeza.
Cuando el chico dobló la esquina y Ralta ya no pudo seguirlo con la mirada, una extraña sensación se adueñó de su cuerpo. Una mezcla entre euforia y una grandísima sensación de  culpabilidad. No, en realidad no era mezcla, ya que aquellos sentimientos no se mezclaban entre sí; simplemente la partían por la mitad.
“Justo como agua y aceite”, pensó Ralta. “Si le doy vueltas, parecerá que se mezclan, pero volverán a separarse porque son inmiscibles y… Y voy a perder la cabeza si veo química por todas partes.”
Más que convencida con aquello de que necesitaba volver a casa para tomarse una buena cena e irse a dormir temprano, Ralta recorrió el camino hasta su hogar amparada por la luz artificial de las farolas que comenzaban a iluminar la ciudad. Al mirar hacia el cielo y verlo cubierto por aquel manto de estrellas que querían hacerse ver y empujaban al Sol a que desapareciera y dejara paso a su reinado de la noche, Ralta empezó a ser consciente del giro que acababa de dar su vida.


Apenas había amanecido pero Tary ya estaba esperando a sus amigas en el comienzo de un camino, a las afueras de la ciudad. Hacía frío, pero si daba ligeros saltitos en el sitio apenas lo notaba. Aguardó con cierta impaciencia a que aparecieran Ralta y Furia, a las que reprendió por llegar cinco minutos tarde.
-También nos alegramos de verte, Tary – le dijo Ralta, con ironía y estirando las piernas.
-¿Estáis listas? – les preguntó ella, recogiéndose el pelo en una coleta –. Tengo marcado un circuito de un kilómetro. Como hoy es el primer día podríamos empezar dando cinco vueltas, ¿os parece?
-Yo nunca he corrido nunca tanta distancia, así que no sé si aguantaré – dijo Furia, estirando también los músculos.
-No pasa nada. Seguro que acabo rezagada contigo; me entra el flato enseguida – le sonrió Ralta.
-Eso es porque no acompasas bien la respiración. Empieza contando tú: uno, inspirar; dos, espirar. Al cabo de un rato tu cuerpo lo hará solito. ¿Listas? – Furia y Ralta asintieron –. Vamos.
Tary salió trotando a un ritmo muy regular, con sus amigas pisándole los talones. Pero seguir aquel ritmo las cansó en cuestión de solo una vuelta. Para la segunda apenas hicieron más que arrastrar los pies e intentar mantener una conversación entre resoplidos de cansancio. A la vista de que aquello resultaba imposible, decidieron dejar de intentar correr y pasaron a andar lo más deprisa que podían. Al menos así sí que podían hablar.
-¿Puedo preguntarte algo, Ralta? – le preguntó Furia, tras unos minutos.
-Claro. ¿Te pasa algo?
-No. Solo me preguntaba si… si te pasa algo. Te noto rara, como alegre y triste a la vez.
-¿Tanto se me nota? – resopló Ralta, con cierta incomodidad –. Sí que me pasa algo, la verdad, pero no sé si contarlo. Y no es por ti, tranquila. Es que es algo complicado.
-Cuando algo se me hace complicado lo mejor es hacerlo trocitos pequeños. Por narices acaba siendo más simple que al principio.
-¡Eso es cierto! Voy a intentar trocearlo… Veamos, ayer terminé con Álvaro.
-Vaya… Lo siento.
-Era lo mejor. Yo no me atrevía a decirle nada, pero me vio besando a otro – los ojos de Furia se abrieron como platos –. Solo le he visto un par de veces. Sé que no es una buena persona y que ha hecho cosas malas, pero es porque ha estado muy solo. Y a mí no quiere hacerme ningún daño.
-¿De quién estás hablando? – preguntó Furia, confusa.
-Es Kiv.
-¡¿¡Él asesino!?! – exclamó Furia.
-¡Calla! ¡Calla! Si te oye Tary me mata directamente. No puedes gritar eso.
-Explícame esto mejor, por favor, Ralta. No quiero juzgarte mal, pero creo que Kiv es nuestro enemigo.
-No, ya no lo es. Ha dejado la misión que Eclipse le encomendó y ha venido hasta aquí para decirme que me quiere. Creo que eso es suficiente para demostrar que no es nuestro enemigo, Furia – le explicó Ralta.
-Tal vez eso baste para que deje de ser tu enemigo, pero no él mío – dijo desde detrás de ellas Tary –. No sé qué crees saber de él, pero ya deberías saber que pienso yo de esa rata asquerosa. Voy a matarlo. ¡Quiero vengarme por lo que me hizo! Y tú, maldita, que sabes lo que he sufrido por su culpa… ¡andas besándote con él por ahí!
-Tary, tú no… – empezó a intentar explicarse Ralta. Al escuchar a su amiga intervenir, sin que se lo esperara, había dado un respingo. Aquello iba mal.
-No abras la boca si no es para decirme que me ayudarás a matarlo.
-No pienso hacer eso.
-Entonces no vuelvas a acercarte a mí, maldita traidora – siseó Tary, con un tono helador que les puso los pelos de punta a Furia y Ralta.
-¿Es qué no vas a escucharme? ¡Él ha dejado ya a Eclipse! Vamos a ir a espiarla antes de que ella se dé cuenta.
-¿Y qué? ¿Cambia eso lo que me hizo? ¿Te ha dicho que tiene alguna intención de pedirme disculpas? Yo creo que no. ¡Así que no vuelvas a decir que no es mi puto enemigo! – bramó Tary, temblando de ira.
Sentía como algo cálido y pegajoso se extendía por su interior, reptando por sus extremidades, brotando desde lo más profundo de su corazón. Ella no lo vio, pero Ralta y Furia sí que fueron conscientes de cómo el ojo izquierdo de Tary se tornaba oscuro hasta adquirir un tono negro que parecía absorber la  luz.
¡Mátala! Nos ha traicionado. ¿Cómo puede confiar en ese asqueroso Asesino? No hay respuesta para eso, ¡así que no te lo pienses y mátala! Acabemos con esto”, dijo la voz de su interior, con una fuerza que nunca antes había sentido.
“Sé que me ha traicionado, pero no deja de ser mi amiga”, pensó Tary.
“¿Acaso crees que ella pensó en ser tu amiga cuando dejaba que le metiera la lengua hasta la garganta?”, la voz se rió con malicia. “Además, creo que en tus recuerdos… él te metía a ti la lengua.
“Eso fue realmente asqueroso. Pero tienes razón: Ralta no pensó en mí a la hora de tirarse a los brazos de ese psicópata.”
Sí, sí. ¡Mátala! ¡Mátala ya mismo!
Sin poder controlarse, Tary abrió los brazos y desató su magia, creando una afilada corriente de aire que iba directa a Ralta. Aquel ataque le habría hecho muchísimo daño si no le hubiese dado tiempo de repelerlo con una pantalla de energía que la cubrió a sí misma y a Furia, que se había quedado completamente paralizada.
-¿¡Qué haces!? ¿Estás loca? ¡Podrías habernos matado! – gritó Ralta.
Tary se inclinó hacia delante y apoyó las manos sobre sus rodillas. La magia había salido de su interior tan descontrolada que le faltaba el aliento de puro agotamiento.
-Es evidente que estoy loca – dijo Tary, aunque no fue ella quien articuló aquellas palabras.
“¿Acabas de controlar mi cuerpo?”, preguntó Tary.
Ha sido divertido. Pero tu amiguita es buena… lástima que no la hayamos matado, ¿no crees?”, se rió la voz.
“No… esto no ha estado nada bien. ¡Párate, por favor!”
Intenta detenerme, pero solo hago lo que tú deseas.
“Yo no quiero hacerles daño a mis amigas…”
Tú quieres matar a Kiv, y si alguien se interpone en tu camino, también le eliminarás. Tal vez te duela tener que hacerlo con “tus amigas”, pero lo harás porque, en el fondo de tu corazón, eso es lo que deseas.
“¡Mentira!”, empezó a llorar Tary. Las palabras de la voz le estaban haciendo auténtico daño porque, en parte, decía la cruel verdad. Quien había atacado a Ralta había sido ella misma, no le había controlado la voz, solo le había dado el empujón que necesitaba para hacerlo.
-Escucha Tary, ya sé que esto no te gusta, pero voy a ir a Go con Kiv. Ahora Eclipse estará con la guardia baja creyendo que él sigue lejos y es el mejor momento. ¿Vais a venir con nosotros? – preguntó Ralta.
-Yo no – susurró Furia –. No quiero más magia. Yo solo quiero ser normal.
-A ver si he escuchado bien. ¿Dices que quieres ir a Go, con Kiv, a meterte en la mismísima boca del lobo? – jadeó Tary, todavía incapaz de incorporarse.
-Sí, básicamente es eso.
-¿Y por qué estúpida razón iba a arriesgar mi vida para hacer semejante gilipollez?
-Kiv no recuerda nada de su vida anterior a su época con Eclipse. Ahora que va a abandonarla quiere saber quién era antes.
-Lo que yo decía, una razón estúpida. Entiende que, además de eso, quiero matarle. Me resultaría imposible colaborar con él – siseó Tary.
O podrías fingir colaborar para después matarlo. Sería un buen plan”, canturreó la voz.
“Antes me corto el cuello y morimos las dos.”
No seas sangrienta. Solo morirías tú. Yo en realidad no estoy, lo que propiamente se dice, viva”, el comentario de la voz sonó entre divertido y algo melancólico.
-Bueno, entonces no hay nada más que hablar. Me marcho a buscarle. Volveré pronto, y espero traer información sobre Eclipse que nos ayude a retirarla del poder.
-Haz lo que te de la puta gana…
-Ten muchísimo cuidado – le dijo Furia, mordisqueándose los dedos con nerviosismo.
-Claro que lo tendré – le sonrió Ralta, ignorando completamente a Tary y su cabreo.
Se marchó trotando con calma, deseando que Kiv la encontrase cuanto antes para poder marcharse rápido. Aunque trataba de negárselo, estaba bastante ansiosa. Quería poder ayudar a Kiv con sus asuntos. Y si descubrían algo sobre Eclipse que pudieran usar en su contra, mucho mejor.
Ve tras ella”, sugirió la voz dentro de Tary.
“No voy a hacer eso.”
¿Y por qué no? Si la sigues, verás a Kiv. Puede que incluso tú le veas antes que ella. Lo cual quiere decir que…
“Que podría matarle”, pensó Tary, sonriendo con deliciosa malicia. “Venganza.”
Y eso es lo que tú más deseas, ¿verdad?
“Verdad”, susurró la chica, sin pensar en las consecuencias de aquello que estaba diciendo. Aquellas palabras dieron fuerzas a la voz que, poco a poco, se iba haciendo con un mayor control y confianza de Tary.
-Yo también me voy, Furia, esto carece de sentido. ¿Sabes volver a tu casa, no?
-Sí, sí. Claro. Nos vemos el lunes en clase – aún no había terminado de hablar cuando Tary ya había salido corriendo detrás de Ralta.
No tuvo que correr mucho hasta que vio a Kiv entre las personas que caminaban por un paseo cercano, a pocos metros de ella y bastante por detrás de Ralta. “Ahí estás, maldito cabronazo”, pensó Tary. A su alrededor no llegaban a la decena de personas. Tal vez si lo hacía rápido, nadie se daba cuenta de que usaba la magia.
Puedes ser rápida, ¿no?”, se rió la voz en su cabeza.
“Por supuesto”, sonrió Tary, con cierta presunción. “¿Dónde coño está?”
Antes de poder darse cuenta, Kiv ya no estaba delante de ella; ni tampoco Ralta. Ya se habían marchado, ¡y delante de toda aquella gente! Pero allí seguía una débil ondulación en el ambiente, una puerta todavía a medio abrir. La puerta que la llevaría hacia su venganza. Sin pensarlo ni un segundo, se arrojó sobre ella y sintió como sus pies se despegaban del suelo, sumergiéndola en un nuevo plano del infinito espacio.
Cuando todo pareció volver a formarse y sintió consistencia bajo sus pies, había aparecido en un túnel excavado en la roca, que prácticamente estaba a oscuras. Sin embargo, a más de cien metros vio a dos figuras que avanzaban juntas pegadas a la pared – las identificó al instante como Kiv y Ralta. No tenía ni idea de dónde estaba, pero sentía como le hervía la sangre de ira. Ahora que se había hecho a la idea de matar al asesino, no podía parar.
Estaba tan obcecada en esa idea, tan deseosa de vengarse, que no escuchó la respiración a su espalda, ni se percató de por donde le vino el golpe que la dejó semi-inconsciente en el suelo. Solo fue capaz de sentir frío en la mejilla que besaba el suelo, y la calidez de la sangre que le brotaba de alguna parte del rostro. Escuchó dos voces, pero no lograba distinguir que decían. Tampoco les veía, estaba oscuro y además todo parecía borroso. Después, alguien le sujetó los brazos y un fuerte calambre se los recorrió. Tary los sintió totalmente inútiles después de aquello.
“Mierda… Otra vez no, por favor. Otra vez no…”

martes, 29 de enero de 2013

Concurso en "Melodías por escrito" y en "Palabras de terciopelo", y en "Nevera de libros"

¡Hola, hola!
De nuevo me paso por aquí para anunciar otro concurso.
Esta vez es en el blog "Melodías por escrito"(clic y apareceréis ahí mágicamente), que nos dan la oportunidad de ganar un ejemplar de Multiverso, de Leonardo Patrignani. Me encanta pensar en universos paralelos, así que este libro está en mi lista de deseos.

También hay otro concurso en marcha por la nube bloguera-literaria en "Palabras de terciopelo" para conseguir Ex libris o El corazón de Hanna (o los dos en caso de suerte extrema).

Y además, en "Nevera de libros" están sorteando 20€ para gastar en Bookdepository (¡¡¡Libros baratos baratísimos!!!). Probad suerte. 


Estoy pensando que tal vez suba algún capítulo más... no sé. Últimamente todos los días hay alguna visitilla sin que tenga que ponerme a hacer spam por twitter así que... Todo puede ser si acabo los exámenes de buen humor.
¡Participad que el libro tiene muy buena pinta!